“Reinas”, ”Embajadoras”, “Misses”… ¿si o no?
Por décadas los “concursos de belleza”, “elecciones de reinas”, etc, han sido parte de la “cultura argentina” y semillero de grandes talentos y celebridad aún en plena actividad. Donde las mujeres con la fortuna de ser “coronadas”, tenían el honor de representar y difundir la fiesta, cultura, turismo del lugar o evento marco en el que eran seleccionadas.
Bajo diferentes nombres o denominaciones, “Reina”, “Embajadora”, “Miss”…, en su mayoría este tipo de eventos, cuenta con reglas y requisitos que las aspirantes deben cumplir para luego participar de las diferentes etapas del concurso, que suelen resumirse en entrevistas con el jurado calificador y una proyección en pasarela en el escenario de la “noche de coronación”.
En los últimos años, con la llegada y evolución de las políticas de género, los concursos han sido criticados y señalados por considerar que ponen a la mujer en un lugar de objeto, generalmente sexualizado, y donde lo que se juzga es la apariencia física a partir de la fomentación de un estereotipo de belleza inalcanzable. Si nos centramos en los requisitos que generalmente se exigían, podíamos ver que debían ser mujeres de nacimientos, sin hijos, solteras, con edad entre 18 y 25 años, respetar una altura mínima de 1,60m, entre otros.
Estas reglas innecesarias, han servido de argumento para la campaña de eliminación o prohibición de elecciones o concursos de reinas, alegando que son una “práctica discriminatoria y sexista”, instaurada por el patriarcado que refuerza la idea de una “mujer valorada y premiada exclusivamente por su físico”. Y ni hablar de los “maltratos” que podían recibir las aspirantes por parte de las comisiones organizadoras.
Este discurso, podría tomarse como válido, ya que muchas mujeres quedaban excluidas por no tener “lo que se necesita” para ser una reina. Ahora la pregunta es: ¿Qué se necesita para ser una reina, miss o embajadora? ¿Quién instaura estos requisitos? ¿Cómo se eligen a los “expertos” en este tipo de eventos?
Continuemos ampliando el panorama un poco más. Otro argumento que se puso sobre la mesa fue que los fondos públicos para la financiación de los concursos, podían y debían ser usados para fines de mayor importancia como las capacitaciones en políticas de género, ayuda a mujeres en situación de vulnerabilidad, etc. Una causa noble y de admirar, ya que, gracias al movimiento feminista, muchas hoy podemos alzar nuestra voz, pedir ayuda, votar, reclamar mejoras salariales y hasta decidir sobre nuestro cuerpo, algo que hasta hace poco era impensado.
Ahora bien, analicemos el contexto desde otro punto de vista, el de las “reinas”, “misses”…
A lo largo de 13 años de carrera, he intentado participar o participé en muchos certámenes de esta índole. Podría decir que en su mayoría no encajaba por los requisitos de las bases, mientras que en otros más “flexibles” para los tiempos que corrían, tuve la oportunidad de ser candidata e incluso portar la corona.
Entre los concursos que participé puedo nombrar: Miss Pinamar 2012 donde obtuve el título mayor, Miss Argentina para el Reinado Internacional de la Ganadería en el cual obtuve el premio a Mejor Traje de fantasía Internacional, Miss Argentina para el Reinado Mundial del Banano, una participación en el Reinado Nacional de la Primavera de Monte Hermoso, Miss Universo Argentina y la lista continúa.
Como “exreina”, por llamarlo de alguna forma, podría ilustrarles el funcionamiento interno de una organización o “comité de belleza”, denominación arcaica que se utiliza en algunos países extranjeros.
Con la desinformación que existe, se cree que estas comisiones suelen estar compuestas por personas superficiales, con poca empatía y respeto por la integridad del prójimo, y puedo asegurar que en la mayoría de los casos no es así.
En los diferentes certámenes en los que he participado, las organizaciones además de encargarse de la logística que conlleva un espectáculo masivo, velaban día y noche por nuestra seguridad integral, y con esto me refiero no solo a que estemos en un lugar físico seguro, sino también a que nuestro paso por la coronación sea un momento pleno, relajado, divertido, para todas por igual. Esto implicaba cuidarnos de los posibles ataques exteriores de los famosos “haters” que buscaban hacernos daño con comentarios sexistas y discriminadores.
Con esto quiero visibilizar que el origen de la “violencia” hacia la mujer no se gesta dentro de estos concursos, sino que se encuentra fuera, en la sociedad, y las “reinas” se convirtieron en blanco y víctimas de este odio infundado.
Con el paso del tiempo, las reinas pasamos a ser símbolo de algo casi criminal y nos llevó a sufrir críticas, comentarios y persecuciones sin sentido, por parte de colectivos que olvidaban que también somos mujeres, seres pensantes con sentimientos y no una pobre “muñeca vacía” que necesitaba ser rescatada.
Nos encontramos en un momento en el que las nuevas generaciones buscan que se valore la diversidad, a partir de una cultura de inclusión y respeto, proyectando a una sociedad de igualdad que no promueva parámetros discriminatorios. Se está haciendo un llamado a la desconstrucción como personas que nos lleve a nuevas ideas y formas de concebir la vida. Entonces, ¿por qué no se nos dio la oportunidad de deconstruirnos y rediseñar los concursos para adaptarlos a los nuevos valores que queremos para nuestra sociedad?, ¿haber portado una corona nos quita el derecho a otra oportunidad? ¿en qué momento esta discusión se convirtió en una batalla de quien tiene mejores argumentos? ¿prohibir este tipo de eventos realmente elimina el machismo, patriarcado, el femicidio, la discriminación…temas que nos incumben a todos?
Hoy como mujer adulta, a cargo de mi propio emprendimiento donde formo adolescentes y jóvenes que desean iniciarse tanto en esta disciplina como en el mundo del modelaje, siento la responsabilidad de ser parte de este cambio que nuestra sociedad necesita. Desde mi lugar intento que participen de producciones que transmitan los valores de inclusión, diversidad y por sobre todo amor.
El cambio comienza así, con un granito de arena desde nuestro lugar de trabajo, hogar, pueblo o ciudad, en uno mismo.
Con todo esto, los invito queridos lectores, a dejar de señalarnos unos a otros. Al igual que con los fondos públicos, direccionemos toda nuestra energía a lo que realmente importa, “atacar” el problema desde su raíz. Si queremos un cambio, si queremos una Bahía Blanca diversa, inclusiva, respetuosa, empoderadora, centrémonos en lo primordial, en lo que si vale la pena, construir una mejor sociedad para nuestro jóvenes.
….Reinas si, reinas no…. Porque al final del día, los concursos no dejan de ser solo eso, un concurso.