Es visto en el mundo árabe como una figura aperturista y polémica. Al mismo tiempo recaen sobre él sospechas sobre el pago de sobornos a la FIFA y la muerte de trabajadores extranjeros durante la construcción de estadios.
La imagen de Tamim bin Hamad al Thani dejará de ser omnipresente solo en Qatar desde este domingo. Así, la cara del emir traspasará las fronteras de este pequeño país del Golfo durante el Mundial 2022.
“El emir tiene en América Latina la misma imagen que se posee de las monarquías árabes del Golfo: derrochadores, multimillonarios y con muchísimas propiedades en Europa, pero hay otra cara, de apertura y modernización, hacia dentro del país”, dijo a TN el decano de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sharjah en los Emiratos Árabes Unidos, Jairo Lugo-Ocando, que vivió varios años en Doha.
La figura del emir ha estado asociada en los últimos años a lo que muchos periodistas consideran la “compra” de la organización del Mundial a la FIFA y a la estela de muertes de trabajadores extranjeros que dejó la construcción de los modernos estadios en los que se jugará el torneo. Doha niega el pago de sobornos a dirigentes del máximo organismo del fútbol internacional y admite solo la muerte de tres trabajadores contra los 6500 denunciados en un informe divulgado por The Guardian.
“Se cometieron muchos errores. Hubo mucho descuido al principio. Desde entonces ha habido muchos avances en materia de derechos laborales, pero todavía se tiene que hacer mucho más y el mundo debe presionar y vigilar”, dijo Lugo-Ocando.
El millonario estatus que marca los destinos de Qatar es algo relativamente nuevo en el Golfo. El petróleo y el gas convirtieron a este país en uno de los más ricos del mundo. La gran transformación comenzó en la cercana década del 90.
El flujo de dólares se reflejó en una rápida modernización del país y en su creciente influencia, primero en el Golfo y luego en el resto del mundo. La creación de empresas como Qatar Airwyas (1993), la cadena de TV satelital Al Jazeera (1996), en árabe e inglés y con un canal deportivo internacional como Sport Bein, o el fondo de inversión Qatar Investment Authority (2005), fueron piedras fundamentales en ese proceso de expansión.
“Su padre era un tipo muy progresista desde el punto de vista del mundo árabe. Creó Al Jazeera, la Ciudad de la Educación y la Fundación Qatar, que es un brazo educativo que llevó a Doha a las universidades más prestigiosas del mundo y donde estudian cientos de extranjeros”, dijo Lugo-Ocando.
Se estima que Qatar invirtió unos 200 mil millones de dólares para expandir su influencia en el mundo en los últimos años. Los nombres son conocidos: los al Thani invirtieron en acciones de la Bolsa de Londres, en la aerolínea British Airways; en las automotrices Volkswagen y Porsche, y en marcas emblemáticas como las tiendas Harrods, las joyerías Tiffany y el estudio de Hollywood Miramax. La lista incluye los bancos Barclays y Credit Suisse.
Tamin sucedió hace 9 años a su padre, Hamad bin Khalifa, quien a su vez había tomado las riendas de la monarquía tras derrocar a su propio progenitor en 1995. El actual emir no era el candidato natural para acceder al trono, pero su hermano mayor, el jeque Jassim, le allanó el camino al renunciar a su derecho al título. Entonces todo cambió.
Educado en la Sherbone School, de Dorset, en el Reino Unido, y graduado en la Royal Military Academy Sandhurst, Tamin ocupó varios cargos estratégicos en economía y seguridad antes de asumir el poder en 2013. Con el Mundial en el bolsillo, su padre quería presentarle al mundo una monarquía renovada bajo el impulso de las nuevas generaciones.
Su figura es hoy muy popular entre los qataríes. A los 42 años, el emir trata de mostrarse como un gobernante moderado y “occidentalizado” en el exterior, vistiendo incluso de traje y corbata en sus viajes al extranjero, como cuando fue recibido en la residencia de Olivos en 2016 por el entonces presidente Mauricio Macri. Incluso, a pesar de tener tres esposas, elige mostrarse en público solo con Jawaher Bint Hamad, su primera mujer.
Pero su vida opulenta lo suele traicionar y emparentar con otros monarcas del Golfo. Así, pagó 150 millones de dólares por la propiedad más cara del Reino Unido en el centro de Londres, una de sus ciudades favoritas. Además, le gusta pasear por Mallorca rodeado de toda clase de lujos, como carísimos automóviles y siempre acompañado por un séquito de película. Solo su yate está valuado en 200 millones de dólares.
Con fondos ilimitados, la dinastía de los al Thani pronto entendió que el fútbol era la llave maestra para llegar a todo el planeta. Así adquirió al archipoderoso PSG francés, donde juega nada menos que Lionel Messi, a través de la empresa Qatar Sport Investiments. La frutilla del postre fue la organización del Mundial 2022, en medio de un coro de sospechas sobre el pago de sobornos nunca probados.
Pero no todas fueron rosas. Qatar, un fiel aliado de Estados Unidos, se enfrentó con la poderosa Arabia Saudita, también aliada de Washington, en un conflicto marcado por una lucha de poderes por una mayor influencia en la región impulsada por la “primavera árabe”. Doha es además acusada de tener buena relación con Irán y de intentar influir en el mundo árabe a través de la poderosa TV Al Jazeera.
Esta especie de “guerra fría” árabe incluyó un fuerte bloqueo saudita a Qatar en 2017 y la ruptura de relaciones de varias naciones árabes con Doha, a la que acusaban de dar soporte a grupos internos considerados “terroristas”. La crisis quedó superada recién el año pasado.
Jairo Lugo-Ocando vivió en Qatar varios años. Fue director de formación ejecutiva y de posgrado y profesor residente de la Northwestern University de Doha. En los últimos tiempos observó “un proceso de apertura” en el país que incluyó el impulso al Consejo Shura, una especie de poder legislativo y consultivo, aunque las riendas están en manos del emir de una manera virtualmente absoluta.
“Se trata de un país complejo. Es una sociedad que tiene altos elementos tribales, de clanes. Rige la sharia (ley islámica) y la pena de muerte, pero nunca se ha aplicado”, sostuvo.
En Qatar viven hoy 2,9 millones de personas, pero solo 300 mil son qataríes. La mayoría de los extranjeros son trabajadores de la India, Pakistán y Bangladesh, que tuvieron a su cargo la construcción de los estadios del Mundial en medio de fuertes denuncias de muertes en accidentes bajo condiciones de muy escasa seguridad laboral.
“Los trabajadores extranjeros son la parte más problemática de Qatar. Es en realidad un problema de todo el Golfo, donde hay una escasa protección laboral. Sin embargo, ha habido mucho progreso desde el punto de vista de la legislación laboral”, comentó Lugo-Ocando. En contraste, “los qataríes tienen prioridad en los trabajos para que se encarguen de las áreas claves. Y son los únicos que pueden votar. Es muy difícil que un extranjero pueda nacionalizarse, aun cuando haya nacido en Qatar. Es un proceso muy largo y difícil”, concluyó.
Fuente: TN
Esta entrada ha sido publicada el 17 de noviembre, 2022 10:58
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