Están separados y por distintas razones mantienen la convivencia en el hogar donde armaron su familia. Conocé las historias de Juan Manuel y Pilar.
Son ex, pero siguen siendo familia. Hasta ahí, ninguna novedad (en general cuando una pareja tiene hijos, el vínculo sobrevive a la ruptura y suele ser, con distinta suerte, para toda la vida). Lo que cambió, lo que está cambiando en muchos casos, es la ecuación, casi siempre económica, de esa supervivencia.
Si con dos sueldos apenas alcanza para mantener una casa, pensar en recuperar la soltería con techo propio y cama extra para los críos se vuelve una opción inadmisible para cualquier sueldo promedio.
Es lo que le planteó Juan Manuel a Pilar cuando empezaron a hablar de separarse después de diez años de relación. “Fue justo al inicio de la pandemia, lo cual hacía muy difícil concretar una mudanza aunque tampoco tenía con qué hacerla”, dice él, que paradójicamente es fletero, pero se refiere a que no entraba un mango a la casa, así que imposible pensar en irse del departamento que, hasta entonces, había funcionado como su hogar.
Por suerte un tres ambientes, con dependencia, que permitió hacer un movimiento interno, de camas y rutinas. “Pudimos acomodarnos y de alguna manera nos funcionó también con el nene. No termino de imaginarme la vida sin darle el beso de buenas noches, tenerlo jugando o viendo la tele mientras hago mis cosas. Y nosotros bien, cada uno hace la suya, nos llevamos bárbaro, somos amigos”, cuenta Juan, con una paz que da crédito a esta modalidad de convivencia con su ex que ya lleva dos años y no tiene, por ahora, ninguna intención de cambiar en el mediano plazo. Incluso habiendo iniciado, ambos, nuevas relaciones de pareja, con cama afuera, huelga decirlo.
Y qué si lo que te falta no es plata sino ganas de someter a los pibes al ir y venir constante, te olvidaste el guardapolvo en lo de papá, dónde quedó la carpeta de lengua, los botines están en la otra casa y un sinfín de olvidos y cosas por duplicado.
Entonces aparece Pili (alias @soymamarula en redes, donde hace una sitcom de su maternidad) con una idea desquiciada que pronto fue el salvoconducto ideal para lo que se venía: “Los sentamos a los chicos y ensayamos el speach habitual en estos casos: ‘mamá y papá se siguen queriendo pero ya no son novios’, bla. De pronto, el de 8 preguntó ‘¿a dónde voy a vivir?’ y no te puedo explicar las caritas de alivio de los tres cuando les dijimos que para ellos nada iba a cambiar, que seguirían viviendo en esa misma casa todos los días, que quienes íbamos a ir y venir seríamos nosotros”.
Así fue desde entonces. El régimen de visitas de papá y mamá lleva un año y medio e incluye otros dos departamentos en la zona, uno para cada uno los días que no están a cargo y un decálogo de convivencia para la casa en común. Así cualquiera, dirán.
Sin embargo, Pilar sostiene que más allá de lo económico, que les implica un esfuerzo que pueden encarar, privilegiaron el bienestar de los chicos. “Yo estoy orgullosa del modelo que armamos, fue un enorme desafío y lo venimos sosteniendo super bien. Hasta nos fuimos juntos de vacaciones, cada uno en su habitación, y la pasamos bárbaro. Habrá que ver si en algún momento cada uno quiere armar otra historia y esto le genera algún ruido. No es el caso por ahora. Y lo más importante, mis hijos están felices”.
Fuente: TN
Esta entrada ha sido publicada el 14 de septiembre, 2022 08:50
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