Pablo Ramos figura como Paola y de sexo femenino en su partida de nacimiento. Hace diez años que viene luchando para poder tener un DNI.
Pablo Alejandro Ramos no puede darle su apellido a sus hijos. No se puede atender en un hospital público, se le hace difícil trabajar e imposible votar. Esto último (lo de votar) no creo que cambie en mucho las cosas, ya que los políticos y funcionarios que durante los últimos años se vienen llenando la boca con la “creación de nuevos derechos” para el pueblo, en su caso, le negaron uno de los derechos más viejos de todos: el derecho a tener un nombre. El derecho a la identidad.
Esta historia empezó hace 36 años en Rosario de Lerma, un pueblito que está a 35 kilómetros de la Ciudad de Salta, en donde un 24 de febrero nació el hijo de Juan Carlos Ramos y Carmen Rosa Colque. Pero de todos estos datos que estoy leyendo ahora en su Partida de Nacimiento hay uno fundamental que está equivocado. Parece que en el Registro Civil confundieron una letra y en vez de anotar “Pablo”, anotaron “Paola”. Y en vez de “masculino” pusieron “femenino”.
Durante su infancia Pablo/Paola no tuvo grandes problemas por el tema. Los documentos de los chicos son papeles que están guardados en algún lugar y su vida transcurrió normalmente. Era claro que se trataba de un nene y que todo era una cuestión de una letra equivocada. Pero cuando Pablo creció se dio cuenta que esa letrita le complicó muchísimo la vida.
Conozco mil casos de gente que no tiene DNI y en muchas veces hay algo de despreocupación o ignorancia por parte de los afectados. Ante esas demoras muchas veces basta y sobra con un breve trámite administrativo y que el DNI le puede salir en 24 horas. No es el caso de Pablo. Este muchacho que trabaja de changas recorre periódicamente diversas dependencias oficiales con enormes carpetas llenas de papeles y todavía no logró tener un nombre como el resto de los argentinos.
Siempre es lo mismo. Del Registro Civil de Rosario de Lerma lo mandan al Registro Civil de Salta y de ahí directo al Juzgado Civil y de Familia en dónde radica esta causa de locos caratulada “Ramos, Paola Sobre Rectificación de Partida”. Cada vez que va lleva una carpeta llena de oficios, pedidos y formularios. Desde hace 10 años que hace este mismo recorrido. Y no sólo es el trabajo y la molestia, para Pablo pagar los pasajes del colectivo es mucha plata ya que él está sin trabajo.
Sin embargo, los funcionarios hacen que lo escuchan e inmediatamente lo mandan para otra oficina. Y ahí va, sin quejarse mucho. Pero con mucha angustia, porque cada día que pasa está más cerca de la convicción de que nadie lo va a ayudar nunca. En el viaje desde su casa al Registro Civil de Salta, Pablo no pudo contener el llanto cuando me contó que por no tener documentos no pudo donar sangre para su mujer cuando ella entró en coma después de dar a luz a su tercer hijo. Ni eso pudo.
En la nota que hicimos para Telenoche van a poder ver algo de su calvario. Entre los insensatos requerimientos que ordenan las autoridades del Estado para darle su nombre se destaca el “examen ginecológico” al que se tuvo que someter. Parece que estos burócratas se hubiesen ensañado con este hombre a quien los médicos lo revisan como si fuese una mujer para probar que es un hombre. Hasta ese punto llega la insensatez.
Después de haberme enterado de lo del “examen ginecológico”, no me sorprendió que cuando fuimos con Pablo al Registro Civil de Salta, la abogada que llevaba el expediente pidió una nueva medida. Ahora quiere que dos personas atestigüen que Pablo es un hombre. ¿Es esto inhumanidad o simplemente idiotez?
El derecho a la identidad es básico. Desde no hace mucho es una realidad para las minorías la posibilidad de legalmente ser llamados por verdadero nombre. Cuando cambió la conciencia de la sociedad, este logro se hizo posible. Son derechos que conquistamos entre todos. Por eso me enoja cuando escucho a los políticos que se arrogan el avance. Ellos dicen que gracias a ellos es que hay “nuevos derechos”.
¡Qué cinismo! Porque en el caso de Pablo, un muchacho que vive en un pueblito cerca de Salta y ni siquiera puede votar, ningún político, funcionario o autoridad judicial movió un dedo en estos últimos 10 años para que Pablo tenga su nombre. Es que el problema es otro. Pablo no tiene un nombre legal, pero para las autoridades, ni siquiera existe.
Fuente: TN
Esta entrada ha sido publicada el 12 de octubre, 2021 08:50
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