La empresa estatal rusa Rosatom reiteró su interés en el proyecto, como también lo hizo el embajador en Argentina. El gobierno confirmó los contactos.
“Propusimos toda una esfera de cooperación: la construcción de una central grande, la de reactores medianos y, tercero, una central nuclear flotante”. Esta frase de Dmitry Feoktistov, el embajador ruso en Argentina, a TN hace poco más de un mes no pasó desapercibida y marcó a las claras la intención de Rusia de volver a avanzar con viejos proyectos que datan del 2008 para hacer un desembarco nuclear en el país.
No fue la única -ni la primera- expresión de deseo de las autoridades rusas en este último año. El más inmediato contacto entre altos funcionarios de ambos países se dio el 20 de abril de este año cuando Martín Guzmán cerró su gira europea con una visita a Moscú. El propio Guzmán declaró ante medios locales que había dialogado sobre los proyectos de Rosatom, la empresa estatal rusa que controla sus plantas nucleares, y miembros de la comitiva aseguraron que el ministro se llevó unas carpetas con detalles de la compañía.
“La Secretaría de Energía está dialogando hace tiempo con Rosatom”, detallaron por lo bajo en la cartera de Economía, al tiempo que en el gobierno nacional hacen hincapié en que las propuestas son por dos proyectos: uno de gas y otro de una central nuclear. No mencionan la central nuclear flotante, como sí lo hace Rusia. Tal como admiten en Casa Rosada y con el contexto de la compra de las dosis de Sputnik V, los contactos con la embajada en Argentina son frecuentes desde hace tiempo.
No está en discusión que el Kremlin busca “vender” todo tipo de capacidad nuclear. La única central flotante que existe en el mundo es rusa y está amarrada en el puerto Pevek, a orillas del Ártico, un área estratégica para las ambiciones políticas y económicas de Moscú. Por gran parte del Ártico pasa la “Ruta marítima del Norte”, que permite conectar el océano Atlántico con el Pacífico y que incluso Rusia la reimpulsó cuando hace meses quedó bloqueado el Canal del Suez. Se estima, además, que el Ártico acumula más del 20% de los depósitos de hidrocarburos del mundo. Sin duda, un área clave.
Ahora bien, ¿cuál es el interés de Rusia por fabricar también en la Argentina una central de estas características y por qué recién ahora volvió a la carga con los sucesivos acuerdos que se firmaron desde 2008 a la fecha? Moscú asegura que la oferta siempre estuvo y en la Casa Rosada mantienen su postura negociadora. Lo cierto es que el 24 de febrero de este año la agencia rusa de noticias Russia Tass abrió una nueva hipótesis al publicar que “la entrega de la vacuna rusa a la Argentina activa la cooperación bilateral”.
El gobierno nacional evita relacionar ambos temas y en Moscú no lo afirman, pero tampoco lo niegan. El excanciller Jorge Faurie reconoció que el Kremlin en reiteradas oportunidades “le recordó” a la Argentina los proyectos nucleares pendientes y afirmó: “Es lógico que Rusia diga ‘vos querés mi vacuna, yo quiero una central nuclear’”. Ricardo Lagorio, embajador argentino en Moscú de 2017 a 2020, aseguró que Rusia quiere “aprovechar el nuevo momento Sputnik”, una analogía con el lanzamiento del primer satélite al espacio.
Consultados por TN.com.ar, a través de una carta firmada por Ivan Dybov, presidente de Rosatom para América Latina, la empresa admitió que están “discutiendo con los colegas argentinos la posibilidad de una alianza para una cooperación mutuamente beneficiosa en proyectos de centrales nucleares de alta y baja potencia”. Luego agregó que están dispuestos a debatir “las diferentes opciones de implementación, tanto terrestres como flotantes”. Ya existe una importante cooperación entre ambos países en materia de medicina nuclear y ciclo de combustible nuclear. Además, en 2018 Rosatom ganó una licitación para el suministro de fibra de carbono para la construcción de un satélite.
Si bien todo está en negociación y los detalles de un posible contrato están sujetos a modificación, Rusia pretende avanzar con la construcción de una central nuclear en tierra donde sean los únicos operadores, tal como aseguró su embajador en la Argentina: “Propusimos construir la central, ser propietarios y operarla”. El diplomático también abrió la posibilidad a que la construcción de la planta flotante sea en conjunto, donde “Argentina podría aportar los buques y Rusia los reactores nucleares”.
Según informaron desde la embajada nada cambió hasta el momento. De avanzar en esta dirección, Argentina no solo no tendría la capacidad de controlar lo que sucede en la central en tierra, sino que tampoco podría aportar sus técnicos ni su capacidad tecnológica, de punta en materia nuclear en el país. La comunidad científica rechaza esta propuesta. Además, la posible central flotante también genera recelo incluso entre los países vecinos, dado que no está claro dónde podría ubicarse.
Operar la central bajo esta modalidad es una vieja ambición rusa. “Cuando se firmó el primer acuerdo en 2008 Rusia quería establecer las reglas como si hubiera una frontera interna en Argentina, esa no era la política de Néstor y por eso no lo incluimos en el documento”, reveló Daniel Cameron, histórico secretario de Energía de 2003 a 2014, en una entrevista exclusiva a TN.com.ar. Él fue quien encabezó la comitiva a Moscú que firmó ese primer acuerdo, que sentaría las bases de las negociaciones que siguen hasta la actualidad.
En esa misma línea, en una respuesta oficial, en Nucleoeléctrica Argentina aseguraron que la empresa nacional “ha desarrollado las capacidades técnicas y operativas para transformarse en el arquitecto e ingeniero de los proyectos que involucren la construcción de nuevas centrales nucleares en el país”. Hace poco más de un mes José Luis Antúnez asumió como presidente de esta compañía estatal que tiene el manejo de Atucha I, Atucha II y Embalse -las tres centrales que ya existen en el país-.
Antúnez es un ingeniero que ya estuvo al frente de Nucleoeléctrica desde 2005 hasta 2015 y fue quien no solo encabezó las principales negociaciones que desde la empresa se dieron con Rusia en los últimos años del gobierno de Cristina Kirchner sino que fue uno de los exponentes de la construcción de Atucha II, el proyecto nuclear insignia del kirchnerismo. Es posible leer su regreso a la empresa como una nueva intención de la Casa Rosada por relanzar los proyectos nucleares, con China y Rusia a la cabeza.
Las principales plantas nucleares del país funcionan con un sistema de uranio natural y agua pesada, mientras que las centrales propuestas tanto por China como por Rusia lo hacen con uranio enriquecido y agua liviana. Este tipo de centrales están en medio del debate a nivel global por el daño medioambiental que causaría una falla. En este contexto, recientemente Bill Gates anunció la construcción de un innovador reactor nuclear con una tecnología libre de emisiones de efecto invernadero.
Lo cierto es que el primer acuerdo entre ambos países se firmó en Moscú en 2008, luego la propia Cristina Kirchner anunció en julio de 2014 durante una visita de Putin a la Argentina la construcción de centrales nucleares en el país, mientras que años después, en 2018, el por entonces ministro de Energía Javier Iguacel firmó con su par ruso otro acuerdo -el último- en el marco del G-20. Sobre este documento se apoya Rosatom para manifestar su interés por avanzar con las negociaciones.
Son muchas las señales que el Kremlin envió a lo largo de este último año para empujar sus proyectos. Existieron múltiples intercambios entre equipos técnicos y reuniones de alto nivel entre, por ejemplo, Cristina Kirchner con el embajador ruso en Argentina y la ya mencionada visita y posterior reunión de Martín Guzmán en Moscú. Resta saber cómo decantará la negociación en los próximos meses con la venta y producción de la vacuna Sputnik V como telón de fondo.
Fuente: TN