A Verónica Chávez animarse a denunciar le llevó 23 años, problemas alimentarios y dos intentos de suicidio. Fue a fines de diciembre de 2018, que pudo por fin pudo contar que su papá había abusado de ella desde los 12. Dio detalles de su calvario ante la policía y también lo escrachó unos meses después a través de las redes sociales. Pero el hombre sigue libre, y ahora es líder de una Iglesia Evangélica.
Los abusos empezaron en el año 1992 en la casa que la familia tenía en la localidad bonaerense de González Catán. El hombre buscaba quedarse a solas con ella con cualquier excusa y la amenazaba con lastimar a su mamá o a su hermana si ella se negaba o se lo contaba a alguien. Así, la sometía todos los días.
A los pocos meses Verónica dio las primeras señales de su calvario. Tuvo problemas con la alimentación que la llevaron a iniciar un tratamiento en el instituto ALUBA (Asociación de Lucha Contra la Bulimia y Anorexia). En 1996, tuvo su primer intento de suicidio. Buscó entonces contención con un psicólogo, pero la respuesta que obtuvo fue otro golpe: “Me dijeron que la culpa la tenía yo”, contó a Crónica.
A medida que crecía también se incrementaba el control que su padre ejercía sobre ella. Hasta le exigía que le mostrara la hora que figuraba en el boleto del colectivo si estaba fuera de su casa. Sin embargo, cuando la joven empezó a estudiar la carrera de Trabajo Social a los 26 años, el contacto con sus compañeras la animó a compartir con ellas lo que le ocurría y ese fue el primer paso para salir del círculo en el vivía.
En 2010 se mudó a vivir sola, pero tampoco de esa forma pudo escapar por completo de su infierno. Su papá aparecía sin aviso en el departamento y volvía a atacarla. “Me pagaba el alquiler o entraba a la fuerza y buscaba la forma de que yo no pudiera negarme y me sometía sexualmente”, expresó.
La internaron en el Hospital Santojanni cuando quiso quitarse la vida por segunda vez, pero los médicos le pusieron la condición de que fuese a vivir con sus padres para darle el alta. Otra vez con su abusador.
En el año 2015 se mudó de nuevo, y esta vez procuró que ellos no supieran dónde había ido. “Se puede decir que me escondí“, sostuvo. En ese tiempo empezó también a frecuentar grupos feministas y de sobrevivientes de abusos, que la ayudaron a sobrellevar todo lo que había padecido.
En diciembre de 2018 presentó la denuncia formal en la UFI especializada en Violencia de Género de La Matanza y a mediados de este año, expuso a su padre en las redes sociales. “A raíz de eso, una antigua vecina de González Catán se contactó conmigo y me contó que mi abusador se hizo evangélico y en su casa hace reuniones con otros creyentes”, señaló.
Según el relato de Verónica, su papá todavía no declaró en la Justicia. “Si bien lo llaman para notifcarlo, él no aparece y tengo miedo de que se escape“, afirmó.