Iba a hablarles de Massa y la inflación, o de Manzur, que deja la jefatura de Gabinete o de Alberto o de Cristina, no se. No se bien para que serviría que yo les hablara de todo eso. Quiero hablarles del Día de la Madre, de las madres, de mi madre.
Yo conocí a mi mamá de una manera extraña. Ella tuvo un tumor cerebral cuando yo tenía seis o siete años, vivió más de cincuenta años con un lado del cuerpo paralizado, el derecho, y una lesión en el centro del habla. No podía formar palabras. Entendía si le hablaban, pero solo podía decir si, no y emitir sonidos.
Mi mamá se llamaba Angélica, tenía ojos verdes y un increíble sentido del humor. Yo pensé muchas veces: ¿por qué no se quiere morir? ¿Por qué quiere vivir así? Y no se quería morir.
Ella vivió con mi papá hasta que mi papá murió y luego vivió conmigo y con mi tía, su hermana. Yo aprendí de mi mamá, que no hablaba, que hay que sobreponerse a la dificultad, sea cual sea. Yo no tuve una mamá que mirara mi boletín del colegio o que me preparara el desayuno. Nunca fui a cenar con mi mamá afuera de la casa, ni nos fuimos de vacaciones a algún lugar, y, sin embargo, pude sentir su amor y darle el mío.
Shakespeare vive en cada familia. Entre padre e hijos hay mucho amor y mucha muerte, mucha tensión, mucho calor, un calor que te ahoga y que te puede matar. A tu hijo le das siempre la parte más grande del plato. Sin especular, sin esperar nada. Yo pude sentir todo esto aunque no fuera mi mamá quien sirviera la comida.
Con los años, aunque no hablara, aprendimos a comunicarnos, sus ojos verdes se reían con mis chistes malos y su mano izquierda apretaba la mía cuando estaba feliz o angustiada.
Muchos, muchos años después, cuando yo tenía 56, alguien me contó que era adoptado. ¿Se dan cuenta? De todas las familias del mundo en las que podía haber ido a parar había caído en la familia de Angélica y Ernesto. ¿Entonces quien era mi mamá? ¿La desconocida que me abandonó en un hospital de Mar del Plata o los que me acogieron en una esquina de Sarandí? Todavía hoy me preguntan en los reportajes porque no quise averiguar de donde venía. La respuesta es obvia: sé de donde vengo. Mi mamá era una señora de ojos verdes, con la que nunca pude cruzar una sola palabra, con la que teníamos grandes diálogos con solo mirarnos.
Fuente: TN