Hasta la mitad de la Parte IV de Obi-Wan Kenobi muchos fans en todo el mundo se cuestionaron sobre la verdadera razón de hacer una serie sobre este fragmento de la historia de Star Wars y el personaje de Ewan McGregor, uno tan triste que no podía ni levantar un sable láser, ni custodiar una niña de 10 años.
Si era necesaria o no, si había copiado el modelo de The Mandalorian (por la protección de una menor en este caso como Din Djarin con Baby Yoda) y si iba a ser una producción sin alma que ni siquiera podía filmar bien la persecución de una jovencita Leia en el primer capítulo. Había evidencia para pensar de ese modo, pero también una idea clara: ¿De verdad se trata de una serie de Star Wars si no hay polémica?
A medida que Obi-Wan Kenobi empieza a entender su nuevo propósito, las cosas cambiaron. Es verdad que la introducción para llegar a esa evolución se tomó casi cuatro capítulos enteros, pero ayudó a presentar el marco. A conocer la situación de otros planetas, presentar a los Inquisidores (recuerden que no dejan de ser personajes nuevos para los productos live action), entender que no había una rebelión ya formada y establecida, y mostrar el contexto de los Jedi (y de los clones) en esa galaxia dominada por el Imperio.
Nada de eso excusa a la directora, Deborah Chow, de presentar tres episodios y medio con malas decisiones desde la dirección, el guion y hasta errores absurdos de continuidad. Eso existió. Pero de algún modo, también ayudó a que los últimos dos episodios se conviertan en lo mejor de la serie. El cierre estuvo a la altura, la serie en su totalidad, no.
Finalmente hay redención. No en los personajes y sus historias, eso tendrán que descubrirlo ustedes mismos, pero sí para la directora y el equipo de Lucasfilm que llevó adelante la serie. Hubo una búsqueda distinta respecto a The Mandalorian o las películas, acá la idea era ir de menor a mayor para explicar todo el mapa en esos años inexplorados de la historia de Star Wars entre Episodio III y IV. A riesgo de no generar entusiasmo en un Obi-Wan Kenobi rendido y apagado, sumado a lo mal dirigido que están algunos de los capítulos (su primera batalla no tenía el detalle o precisión que necesitaba un reencuentro así), la serie concentró todos sus recursos en sus dos capítulos finales y se nota. La presencia de Darth Vader con todo su potencial, las batallas del final de la serie, el despliegue visual de esas naves, todo funcionó en las partes V y VI.
La idea de este artículo es hacer un análisis de la serie en general, pero es difícil quedarse con las malas decisiones del principio cuando hubo dos capítulos y medio bastante prolijos que encadenaron nostalgia, encuentros y diálogos para conectar la serie con las películas y el famoso fan service, esos momentos pensados para la locura y el grito de los fans. Todo parece cuadrar de alguna manera por las bajas expectativas que había generado el inicio de la serie, un mayor presupuesto concentrado en los episodios finales que elevó la vara visual y, como se esperaba, encuentros a la altura de las películas desde peleas de sable láser, hasta diálogos que conectan con la historia de la dramática familia Skywalker.
Párrafo aparte para la actuación de Ewan McGregor, quien cumplió con creces por su evidente evaluación. Hay un claro camino en ascenso para McGregor con puntos bien claros en los episodios pares. La Parte II lo muestra débil y lejos del poderío que exhibió en las películas. La parte IV ya más cerca de la Fuerza y creyendo no solo en él, sino también en ese grupo de rebeldes que lo acompaña en la misión para rescatar a Leia. Y en la Parte VI, muy difícil comentar sin spoilers, pero vuelve a estar en el punto más alto de su poderío como maestro Jedi, pero también como guardian de los hermanos Skywalker y ex general de las Guerras Clónicas.
Los otros protagonistas, Hayden Christensen y Moses Ingram, con un andar más irregular. Christensen con poco tiempo para lucirse, lo logra, sobre todo en la Parte V que funciona tanto en el flashback como Padawan de Obi-Wan y ya en su camino a ser un Lord Sith. Moses Ingram, en cambio, hizo el camino inverso a la serie. Se destacó en los primeros episodios como una rival de temer con un propósito concreto, pero luego fue perdiendo fuerza en su repetición. El último capítulo no estuvo muy a la altura de lo que había demostrado en sus primeras apariciones y en la quinta parte, su pelea de sables, también mal coreografiada, la dejó en una mala posición. Sin embargo, en el promedio, resultó una buena incorporación que podría tener su propia serie, según rumores.
Los puntos altos de la serie en general son el trabajo con el sonido y la imagen. Si bien no innovan en nuevas técnicas de CGI, tampoco con un nuevo motor gráfico o no desarrollaron una nueva técnica para crear ambientes como sí lo hizo The Mandalorian con esas enormes pantallas led, la construcción del sonido y de la imagen para crear entornos se destaca en el apartado técnico. La mezcla de sonido entre las voces de James Earl Jones de antes y ahora junto a las de Hayden Christensen en momentos claves son de lo mejor de la serie y le da una coherencia de excelencia a ese paso de máscara o no máscara. También en el apartado visual, todas las escenas en las naves o en los combates son de una calidad pocas veces vista en una serie de televisión.
Creo que Obi-Wan Kenobi cumple con su misión. La serie en general cerró varias heridas, provocó encuentros conmovedores y ofreció una mirada a esos años inexplorados de personajes tan icónicos en el live action. Pese a su inicio flojo, sin la magia necesaria de Star Wars para convencer a todos sus fans, la serie evolucionó para aportar un episodio de valor emocional más que otra cosa. El último capítulo completa el círculo. Y siguiente paso, todavía sin ninguna confirmación, podría ser una nueva mirada pero para la pantalla grande. En las series, hay otros caminos más interesantes que explorar en Andor, The Mandalorian y Ahsoka. La galaxia está llena de historias mínimas y personajes carismáticos, dejemos al tío Ben descansar en paz.
Obi-Wan Kenobi se encuentra completa en Disney+.
Fuente: Infobae