Tenía tan solo 19 años cuando sus apariciones televisivas generaban picos de rating. A más de dos décadas de aquella exposición, contó por qué no quiere que la vinculen más con aquel escándalo.
Samanta Farjat fue una de las testigos del “Caso Coppola”, mejor conocido como “la causa del jarrón”. Sus apariciones en la televisión no tardaron en convertirla en la reina del contenido kitsch que emitían los rayos catódicos en los 90. Apenas tenía 19 años, pero entendía el show y se prestaba al juego. Al fin de cuentas, la misma causa que disparó su fama fue todo un montaje.
A la distancia, ella no reniega de ese pasado. Lo que ve cuando mira atrás es a una chica que fue perseguida injustamente por la Justicia y utilizada por los medios que explotaron el interés público en un escándalo alrededor del exmánager de Diego Armando Maradona y varios personajes de la noche. “Es algo que no busqué, pero pasó y vivo con ello”, reflexiona en diálogo con TN Show.
Todo valía. Aquellos fueron años donde la televisión era aún más carroñera y no estaba claro cuánto correspondía al ámbito de la ficción -aunque vale destacar cómo esos programas sirvieron como vidriera para la militancia de la diversidad sexual-. Las personas frente a la cámara estaban expuestas y dispuestas a correr los límites. Y se decía cualquier cosa. Una tiradera que sería inviable en la coyuntura actual.
Pensando cómo se trataría hoy el caso, Farjat analiza cómo fue cambiando el tratamiento y el consumo de la información: “Las redes hubiesen sido fundamentales y la mediatización también, pensemos que todo fue basado en una mentira y el rating jugó a favor de algunos medios y en contra de quienes éramos parte. Fue un gran circo. Yo no fui consciente, éramos otra generación de adolescentes, hoy mi hija tiene otras herramientas que yo no tenía”.
Farjat entiende que no puede borrar su pasado, pero tampoco quiere que su nombre se vincule únicamente con lo que vivió en aquellos años. Ya avisó que está siguiendo los pasos de Natalia Denegri y pedirá que Google deje de vincularla a los enlaces del Caso Coppola. Esta solicitud se conoce comúnmente como “derecho al olvido”.
“Cuando hablamos con Natalia y recordamos muchas de las cosas que vivimos, coincidimos en que nuestro caso debía ser bisagra para otras, nosotras ya sabemos que nuestro nombre e imágenes no se van a olvidar. Pero, ¿por qué no hacerlo para las que vendrán? Me refiero a la mujer, porque también sentimos que es más por el género. Se ensañaron con nosotras”, explica.
El hecho de que el “Derecho al olvido” ya haya sido sancionado en Europa, llevó a que Samanta piense en una nueva estrategia. “Cuando Natalia tuvo la audiencia en la corte, escuchando a los abogados de Google, nos dimos cuenta de que en España es ley. Y yo soy ciudadana española”, indica.
A partir de ese dato se contactó con su abogado, Ignacio Trimarco, y se dio cuenta de que la situación sería completamente distinta si estuviera en el viejo continente: “Ya habríamos ganado. Vamos a tener que pedirlo también allá porque nos darían el derecho al olvido completoy no algunos puntos como al parecer va a pasar acá. Hasta podría salir antes y ser pionera y marcar una jurisprudencia”.
Aunque el buscador más utilizado en el mundo se empeñe en vincularla con sus apariciones televisivas, ya no queda nada de todo aquello que la rodeaba hace más de 25 años. Ni siquiera tiene contacto con aquellas amistades nocturnas, “Fue por etapas, al principio los seguía viendo. También por la cuestión mediática, me distancié de quienes era amiga. Hace un tiempo logré afianzar algunos vínculos y otros nunca más”, precisa.
No solo Internet insiste con sus pasos de comedia en los estudios de América TV, la gente aún no se olvida del escándalo: “Mi generación me recuerda. ¡Hasta me hicieron un tema que sonaba en todos los boliches! Cuando me ven en persona me saludan y me preguntan si pueden sacarse unas fotos”.
En ese sentido, destaca que nunca recibió ningún comentario agresivo a través de las redes sociales: “Hoy matan a la madre por un seguidor o un like, aunque no es mi caso. Nunca falta el desubicado, pero es uno en un millón y soy agradecida por eso. La gente es muy cariñosa”.
Más allá de que disfruta de su presente, Farjat admite que muchas veces siente ganas de “salir corriendo a Ezeiza”. Pero hay muchas cosas que la detienen, y la mayoría son buenas: su profesión de periodista, los momentos que disfruta junto a su hija y su mamá, las nuevas propuestas de trabajos, y el tiempo que dedica a rescatar a animales. “Es un día a día, hoy estoy acá, feliz”, concluye.
Quedándose o yéndose, le gustaría marcar un precedente en la Argentina: el derecho a que su nombre no solo esté ligado exclusivamente a lo que vivió durante una etapa de su juventud.
Fuente: TN
Esta entrada ha sido publicada el 31 de marzo, 2022 07:41
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