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Estrenos de cine, con la esperada nueva película de Wes Anderson como centro y el regreso de “Cazafantasmas”

“La crónica francesa” es una sucesión de historias, chistes, magia y escenas frenéticas provistas de corazón y ternura. También hay filmes para nostálgicos y un thriller psicológico.

La crónica francesa ★★★★

The French Dispatch of the Liberty, Kansas Evening Sun es una publicación exquisita, de esas que malcrían a sus escritores para sacar los mejor de sus plumas. Pero prepara su último número, incluyendo una reseña necrológica sobre su mentor y alma mater. Su staff está compuesto por un puñado de mentes brillantes y excéntricas. En un sistema que funciona como un pequeño universo dedicado a contar historias.

La nueva película de Wes Anderson (Los excéntricos Tenembaum, Gran Hotel Budapest, Rushmore, Isla de Perros) es otro ejercicio de estilo. Una nueva muestra de la creatividad y el talento de un autor, con un lenguaje reconocible, tan amante de la forma que corre riesgos y a veces cae en el formalismo. En una bella cáscara de simetrías, fotografía para enmarcar y movimientos de cámara placenteros que contiene poco en términos de algo parecido a la emoción. Un lenguaje que puede ser un poco agotador, pero cuya originalidad está más allá de discusión: son muy pocos los que hacen hoy un cine tan personal como el suyo, acompañado por un dream team de estrellas.

Por fortuna, La crónica francesa, como la animada Isla de perros, entre otros ejemplos, no es el caso. El dispositivo complejo de Anderson propone una sucesión frenética (de historias, personajes, diálogos, magia de puesta en escena, chistes y citas) provisto de corazón y ternura. De un enorme cariño por lo que representan esos personajes (si no por ellos expresamente), en tanto criaturas de un mundo en el que las ideas, la imaginación y la narración importan.

"La crónica francesa", de Wes Anderson (Foto: prensa).
“La crónica francesa”, de Wes Anderson (Foto: prensa).

En sus sucesivos capítulos, secciones de la publicación, hay una carta de amor al pequeño Ennui-sur-Blasé (algo así como aburrimiento y hartazgo), un pueblito francés de fantasía, visto por los ojos de un escritor ciclista (Owen Wilson). La historia de un artista plástico y asesino múltiple (Benicio del Toro) que pinta en el manicomio donde está encerrado, inspirado por su musa y carcelera (Lea Seydoux). Y cuya odisea, una cariñosa tomada de pelo al snobismo del mundo artístico, está contada por una elegante expositora (Tilda Swinton) que lo admira. La historia de unos estudiantes idealistas en plan Mayo francés, contada por una autora que se involucra, acaso demasiado, con los sujetos de su relato. La historia de un cocinero de pocas palabras enredado en un secuestro.

Entrar y salir de esas historias, como pasos de un menú para gourmets (acaso más disfrutable por espectadores cercanos a sus inquietudes), produce la sensación de un festín. Un viaje estimulante y placentero, concebido como homenaje al arte de contar. Ese en el que el cine (de Jacques Tati a Bertolucci) y la literatura son hermanos, casi la misma cosa.

La crónica francesa les toma el pelo a todos los “genios” que habitan ese universo, empezando por los malditos y los incomprendidos. Y lo hace con las armas de la elegancia y la nobleza: humor y amor.

Cazafantasmas. El legado ★★★

Niños, bicicletas, pueblo chico, familia disfuncional. Parece que la fórmula vintage, “spielbergiana”, de reciclar hitos o estéticas ochentosas en clave contemporánea funciona. E.T., Los Goonies, Stranger Things, Super 8. Las barajas se mezclan y así llega el reboot de Los Cazafantasmas, con su imperecedero tema musical, acaso más exitoso que la saga misma (dos películas).

Pasando por alto el relanzamiento de 2016, Jason Reitman, hijo de Ivan (director de las dos primeras) dirige este regreso. Afterlife, aquí El legado: un recicle que propone nuevo escenario, una granja de Oklahoma, y nuevos protagonistas, con los originales como, digamos, telón de fondo.

Una madre soltera de dos adolescentes se instala en el desvencijado rancho de su padre (el fallecido Harold Ramis, a quien está dedicada la película). Como no tenía relación con el hombre, ignoraba las circunstancias de su muerte y su trabajo como cazafantasma. Pero su hija Phoebe (Mckenna Grace, extraordinaria) heredó una pasión por la ciencia que la lleva a conectar enseguida con lo que ese rancho esconde. Llevando de la mano a su hermano mayor (Finn Wolfhard, de Stranger Things), que está más preocupado por seducir a una chica que por cumplir con el deber de cuidar a su hermana.

Una escena de "Cazafantasmas, el legado" (Foto: prensa).
Una escena de “Cazafantasmas, el legado” (Foto: prensa).

Hay un profesor (Paul Rudd, el hombre más sexy del año en modo romcom) y un amigo nuevo de Phoebe, un nene que lleva un podcast. Entre el film de crecimiento y la aventura fantástica, la nueva Cazafantasmas funciona con lo básico. Una fórmula probada para la sonrisa nostálgica de mapadres y algo así como la introducción al terror sci-fi de los chicos.

En dos horas amables y simpáticas, aunque podría durar un poco menos. Como en los films de Marvel-Disney, no se apuren a salir de la sala. Acaso haya alguna pista sobre el futuro.

El misterio de Soho ★★★

No tiene mucho en común, pero si vieron Baby Driver saben del gusto por la estilización y la cita del inglés Edgar Wright. Guionista, productor, director posmoderno que juega aquí a los espejos con el cine negro, el suspenso hitchcockiano y el giallo italiano. Desde una propuesta de horror y diversión que se presenta con gran pirotecnia pero pronto deja ver sus cartuchos quemados.

La sofisticación de su envoltorio visual está al servicio de una historia en la que los tiempos se cruzan. Un thriller psicológico, si se quiere, en el que se cruzan las vidas de sus dos mujeres protagonistas. Una chica de pueblo que llega a Londres en busca de sus sueños y con la mochila pesada de una madre que se mató. Su aterrizaje en el campus es algo traumático y termina en un departamento en Soho, con luz de neón por la ventana. El lugar donde vivió otra mujer, Sandie (Anya Taylor-Joy), cantante de los sesenta cuyos sueños terminaron en pesadillas.

Una escena de "El misterio de Soho" (Foto: prensa).
Una escena de “El misterio de Soho” (Foto: prensa).

Las intérpretes, Taylor-Joy y Thomasin McKenzie, se entregan con mucha gracia al juego del classic horror, en una especie de espiral vinculado a la posibilidad de hacer justicia con el pasado… de otra. Las idas y vueltas en el tiempo hacen juego con los coqueteos de género y una banda musical (acaso demasiado) atractiva.

Fuente: TN

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Dra. Jessica Mineo
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