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Murió el periodista Alfredo Serra tras una larga enfermedad

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Tenía 81 años y estaba internado en el Sanatorio de la Trinidad.

Alfredo Serra más conocido como el “El Pingüino”, se encontraba internado en el Sanatorio de la Trinidad por una enfermedad que terminó con su vida. Periodista y escritor se destacó como una de las figuras más importantes del periodismo nacional y trabajó en la mayoría de los medios más importantes del país.

Nació el 29 de mayo de 1939 en el barrio porteño de Núñez, dato que le parecía irrelevante ya que -decía “todos nacimos en un barrio”. “Salvo un remoto pasado bancario, nunca fui otra cosa que periodista”, describió en una biografía suya, que escribió para la editorial Planeta. Si bien a lo largo de su carrera recibió diversas ofertas para trabajar en radio y televisión, nunca se separó de su pasión: la gráfica. No se consideraba mediático y prefería vivir “entre las paredes de una redacción”. Serra rechazó esas ofertas y, en cambio, estudió para ser crítico de cine y teatro, “pero el naipe y/o el destino se lo negaron”.

A lo que le dijo que sí fue a la docencia: por 20 años ejerció como profesor en la Universidad Católica Argentina (UCA), donde dictó la materia Redacción periodística. Serra investigó crímenes de guerra, hizo una reconocida cobertura de la guerra de Vietnam y entrevistó al criminal nazi Klaus Altmann-Barbie.

Durante su etapa en la revista Gente se ganó la posibilidad de reunir a Jorge Luis Borges y a Ernesto Sábato quienes hace varios años no se hablaban. 

Alfredo Serra en Bolivia/Foto: Archivo

Una de las anécdotas más recordadas de su paso por el “periodismo de riesgo”, contada por Hugo Marín, es la siguiente: Bolivia, 1971. El general Hugo Banzer Suárez se levanta en armas. Serra y el fotógrafo Eduardo Forte se suben a un jeep y arrancan hacia la frontera. Nadie puede entrar. Sobornan a un funcionario boliviano e ingresan. Pero no les sella el pasaporte.

En Santa Cruz de la Sierra los detienen. Los cables del flash de Forte los alarman: creen que es una bomba. Su documentación incompleta los condena. No creen que son periodistas. Había un recuerdo fresco: “El Che Guevara también entró con una credencial de periodista”, les dijeron.

La pena es capital. Los ponen frente a un pelotón de fusilamiento. Justo cuando van a disparar, llega la caballería. Así lo recordaba: “A los gritos, en pantuflas, pijama y un impermeable sobre los hombros, alguien impide el crimen: ‘¡Paren! ¡No tiren! ¡Estos hombres son periodistas argentinos! ¡Van a matarlos sin motivo!’. Era el cónsul argentino, y los salvó de la ejecución.

Fuente: eltrecetv

Esta entrada ha sido publicada el 23 de octubre, 2020 14:30

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