El 15 de agosto de 2004 será siempre recordado como el día en que Emanuel Ginóbili le mostró al mundo de qué estaba hecho.
Sin margen para pensar, como una presa a punto de ser cazada, usó su instinto para inventar una acrobacia que recorre desde hace 18 años la memoria de los fanáticos del básquet mundial.
Nunca antes en la ciudad de los Juegos Olímpicos se vio algo semejante. “Manu” recreó una jugada de características futboleras para ganar un partido de básquet. Y no cualquier partido. Sino para ganarle a Serbia, la superpotencia que le había arrebatado polémicamente a la Generación Dorada el mundial de Indianápolis dos años atrás.