Alejandro Altamirano, tiene 36 años y nació ciego, pero ese impedimento visual no le quita su pasión por el deporte. Hace ya un tiempo, no se pierde ningún partido de Bahía Basket en el Casanova.
Es un hincha más, con sus auriculares puestos, su bastón blanco y sintiendo esa sensación que produce el grito de la gente en la cancha. El se hace el esquema en la cabeza gracias al relato de la radio y se va ubicando en el contexto del encuentro.
Alejandro no puede ver, pero sí lo puede sentir y eso le produce felicidad, le genera una sensación mágica que no se compara con nada.