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“Pude salvar a mi mamá, a mi hija y a ocho abuelos”: el rescate silencioso de un vecino de Cerri durante la inundación

El agua lo arrasó todo, pero no pudo con el coraje. A un mes de la trágica inundación que golpeó a Bahía Blanca y sus alrededores el 7 de marzo, Gonzalo Medrano, vecino de General Cerri y empleado municipal, revive con emoción lo que vivió esa jornada. Su testimonio, lejos de los reflectores, resume el drama y también la solidaridad que se vivió en esos días.

Parece que fue ayer, pero ya pasó un mes. Por suerte pude salvar a mi mamá, a mi hija… y a ocho abuelos de un geriátrico”, cuenta. Lo dice con una mezcla de alivio y asombro, como quien aún no termina de procesar todo lo que hizo en tan poco tiempo.

La lluvia no cesaba. Gonzalo estaba trabajando junto a los bomberos, la municipalidad y los Scouts en la organización de un centro de evacuación en el Fogón de Cerri. Cuando vio que el agua subía sin control, su primera reacción fue proteger a los que ya estaban allí. “Los llevamos al segundo piso del club, para ponerlos a resguardo. Después volví a la calle, primero para buscar a mi hija, y luego a mi mamá”.

Su casa estaba a la vuelta. Logró subir a su hija al techo junto a su madre y los vecinos. Luego, con un kayak que tenía su mamá, volvió a buscarla. “Con la corriente, en segundos hice los 400 o 500 metros. El agua me llevó como nada”, relata.

Pero no se detuvo ahí. “Llevamos a una persona al cuartel de bomberos, y justo llegó un gomón. Con eso y el kayak, fuimos al geriátrico. Los gomones en algunos lugares no entraban bien, pero con el kayak podíamos meternos mejor. Así fuimos rescatando a los abuelos”.

Eran ocho adultos mayores. Estaban subidos a mesas y sillas, sostenidos por las cuidadoras que, según Gonzalo, “sacaron fuerzas de donde no tenían”. “Algunos de los abuelos casi no se podían mover. Las chicas los cuidaron hasta el último momento. Hay que sacarse el sombrero”.

Hoy, un mes después, Gonzalo sigue colaborando en la reconstrucción del pueblo, mientras enfrenta las mismas dificultades que muchos de sus vecinos: casas arrasadas, familias desmembradas y una economía asfixiante. Pero también carga con la certeza de haber hecho lo que había que hacer. Y eso, en medio del agua y el miedo, lo cambió para siempre.

“Pude salvar a mi mamá, a mi hija y a ocho abuelos”: el rescate silencioso de un vecino de Cerri
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