Avenida La Plata y Pampa Central, en el barrio Noroeste de Bahía Blanca, es hoy una de las zonas más golpeadas por las consecuencias del último temporal. A tan solo metros del Canal Maldonado, María y Gonzalo vivieron en carne propia una de las jornadas más traumáticas de sus vidas. El agua alcanzó los 1,80 metros dentro de sus hogares. “Fue una desesperación total. Subí a mi hija arriba del ropero para que no se la lleve el agua”, cuenta María.
El temporal los tomó por sorpresa. La lluvia se transformó rápidamente en una amenaza incontrolable. “Estoy justo en frente del canal, a menos de diez metros. Al principio sacaba el agua de casa como podía, pero en un momento ya era imposible. Se llenó todo”, recuerda. Con los muebles flotando, la única opción fue buscar altura: “Subí a mi hija arriba del ropero y yo también. Me quedé incomunicada, los celulares se arruinaron. Mi marido, que estaba trabajando lejos, no sabía nada de nosotras”, agrega.
El rescate llegó horas después. Los rescatistas lograron sacarlas por el fondo de la casa, cruzando corrientes peligrosas. “Perdimos hasta el perro. Cuando me sacaron, casi me ahogo. Por suerte el hermano de mi marido pudo agarrarme justo a tiempo”, relataron.
Gonzalo, vecino del mismo sector, también enfrentó momentos críticos. Junto a su familia, pasaron casi diez horas en el techo de su casa esperando que el agua bajara. “Salimos por la ventana con ayuda de mi hermano y mi cuñada. Estuvimos desde las 8 de la mañana hasta las 5 de la tarde ahí arriba. Después ayudamos a rescatar a una vecina también desde el techo”, cuenta.
Hoy, con el barro todavía fresco y las marcas del agua en las paredes, la vida en la zona sigue siendo difícil. “Es inhabitable. No sabemos cómo va a reaccionar el canal ante otra lluvia. Vivimos con miedo cada vez que hay una alerta”, dice Gonzalo. María coincide: “Cada vez que anuncian tormenta me quedo sola, porque a mi marido le toca trabajar. Me da miedo, siento el corazón en la boca”.
La tristeza por las pérdidas materiales es profunda. “Perdí muebles, dos televisores, cosas que uno junta durante años. Pero también se pierde algo emocional, ver tu casa así te parte”, dice María. A pesar del dolor, no piensan en irse. La casa, heredada de sus abuelos, es parte de su historia. “Cuesta mucho, pero tenemos que seguir adelante”, sostuvo.
