Bahía Blanca sigue marcada por lo que ocurrió el 7 de marzo. Aunque el agua bajó, el impacto permanece. Lo que dejó la catástrofe climática no solo se mide en casas dañadas, calles rotas o barrios anegados. También hay huellas invisibles, emocionales, que muchos aún están intentando entender.
Carlos Graiño, psicólogo lo explica con claridad: “Esto nos dejó en un estado de shock, de perplejidad. Nadie se lo esperaba, ni en la peor de las pesadillas. Y cuando algo así irrumpe de esa manera, el cuerpo actúa, pero la mente se queda procesando mucho después”.
En los días posteriores al desastre, el silencio fue una primera señal. “Estábamos como callados, sin saber qué decir. Ahora, la gente empieza a manifestar síntomas: angustia, ansiedad, tristeza, insomnio. Cada uno lo vive a su manera”, describió.
El especialista remarca que no importa cuánta agua entró a tu casa. El trauma no se mide en centímetros. “Alguien pudo haber tenido 1,80 metros de agua en su hogar y estar saliendo adelante, mientras otro, al que no le pasó casi nada, siente una tristeza profunda. Eso se llama trauma. Y es real.”
Graiño insiste en que el miedo que muchas personas sienten ante la simple amenaza de lluvia es una respuesta natural: “Cuando aparece algo parecido al trauma, como una tormenta o el sonido del agua, se reactiva todo. Nos revive esa carga afectiva que aún no terminamos de procesar”.
Por eso, ante una alerta meteorológica, lo importante es no dejarse paralizar: “No va a repetirse igual. Hay que hacer algo que nos tranquilice: hablar con alguien, ponerle palabras a lo que sentimos. Porque si no, el miedo genera síntomas más fuertes, incluso pánico”.
Y hablar es clave. Lo está siendo desde el primer día. “Hoy vas a una reunión social y el tema sigue siendo el mismo. Y eso, aunque parezca cansador, es necesario. Hablar ayuda. Es la única herramienta que tenemos para procesar la angustia”.
Incluso los sueños están diciendo algo: “Muchos sueñan con inundaciones, con ayudar a alguien o escuchar el agua. Eso también es sano, es el inconsciente liberando. Y aunque impresione, también es una forma de sanar. Porque te despertás y entendés: fue un sueño, estoy a salvo”.
Pero si ese miedo no se va, si la cabeza no para, si la angustia gana terreno, hay que pedir ayuda. “Todos tenemos alguna capacidad de resiliencia, pero si no alcanzamos a controlarlo, hay que hablarlo con alguien. No hay vergüenza en eso. No hay que sentirse culpable ni comparar lo que vivimos con lo que le pasó a otro. Cada historia es única”.
El mensaje es claro: lo que sentimos es válido. “La culpa es lo primero que tenemos que borrar. No importa si fue una gotera o una casa tapada de agua. El miedo no mide en litros. Si te desborda, pedí ayuda”.
En momentos así, Bahía Blanca ha demostrado algo más fuerte que cualquier temporal: su solidaridad. “Eso nos va a ayudar a salir adelante. Porque esto lleva tiempo. Pero se puede superar. Y lo vamos a hacer entre todos”.
Esta entrada ha sido publicada el 26 de marzo, 2025 17:33
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