El desastre que azotó a Bahía Blanca en los últimos días fue, según los expertos, un evento anunciado. Con más de 300 mm de lluvia en apenas ocho horas, la ciudad y sus alrededores sufrieron un colapso hídrico sin precedentes.
El ingeniero Horacio Varela, de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN), confirmó que este escenario ya había sido advertido en un informe elaborado en 2017. “Era previsible. Trabajamos en un modelo de inundación con datos de los ingenieros Juan Scheffer y Paula Zapperi, y lo que ahora vemos en la realidad es escalofriante”, afirmó.
El agua proveniente de una extensa región de 50 km a la redonda convergió en la zona del Saladillo del Sauce Chico, superando ampliamente la capacidad del suelo para absorberla. La fuerza del caudal fue tal que la ruta 35 sufrió la apertura de enormes agujeros, cuatro veces mayores que el espacio que originalmente dejaban los puentes para el paso del agua.
Lecciones del pasado: la inundación de 1944
El estudio de eventos previos demuestra que la ciudad ha enfrentado catástrofes similares. La inundación de 1944, aunque distinta en sus características, también dejó consecuencias devastadoras. En aquel entonces, el agua proveniente de la sierra representaba el 75% del caudal, mientras que el restante 25% correspondía a la cuenca baja. Durante tres días de intensas lluvias, el Maldonado desbordó, afectando a gran parte de la ciudad. Como respuesta, en 1947 se construyó el canal Maldonado, pensado como una obra complementaria a un dique en el bajo de Canesa que nunca se llegó a concretar.
Desde entonces, Bahía Blanca ha estado protegida de crecidas moderadas, como la del 2002. Sin embargo, eventos extremos como el reciente han demostrado que la infraestructura existente no es suficiente. “El agua de la sierra sigue fluyendo como lo hacía antes de 1944, sin una regulación efectiva”, alertó Varela.
La urbanización sin previsión y sus consecuencias
Uno de los principales factores que agravaron la situación fue la expansión urbana en zonas inundables. Según Varela, algo similar ocurrió en La Plata, donde la ocupación de humedales generó un riesgo latente de inundaciones. En Bahía Blanca, barrios como Santa Margarita se establecieron en terrenos que antes eran quintas, sin considerar el riesgo hídrico. “Se confió en que el canal Maldonado sería suficiente, pero su capacidad es limitada. Necesitamos repensar la planificación urbana para evitar tragedias futuras”, enfatizó.
Otro mito que quedó derribado fue la supuesta protección que ofrecían las vías del ferrocarril. “El agua pasó por encima, convirtiendo en trampas mortales a las casas ubicadas entre el arroyo y la vía”, explicó el especialista. Además, la usina termoeléctrica Guillermo Brown y la planta de gas TGS, ambas situadas en un humedal, quedaron bajo 1,5 metros de agua, a pesar de haber contado con estudios de impacto ambiental.
El desafío de la reconstrucción
Frente a este panorama, Varela subraya la urgencia de atender primero a las personas afectadas. “Lo prioritario es que la gente llegue al invierno con un techo seguro, ropa y alimentos. Luego, debemos recuperar la infraestructura crítica, como los puentes del canal Maldonado, de los cuales solo tres de los 16 originales quedaron en pie”, detalló.
Desde la UTN, se está trabajando en conjunto con Vialidad Nacional y la Dirección de Hidáulica de la Provincia para evaluar soluciones. Una de las opciones que se barajan es la construcción de un canal aliviador para mitigar futuros eventos.
Lo que queda claro tras esta catástrofe es la necesidad de revisar la planificación urbana, reforzar la infraestructura y tomar decisiones basadas en la evidencia científica. Como concluyó Varela: “No podemos seguir ignorando la historia. La memoria debe servirnos para prevenir y actuar antes de que sea demasiado tarde”.
