El impacto de la última inundación sigue presente en la vida cotidiana de los vecinos de las zonas afectadas. Sandra, una residente del barrio, describe con profunda tristeza la destrucción que dejó el agua a su paso: “El agua venía desde arriba con una fuerza que arrasó con todo. No quedó nada en pie: luminarias, postes, el propio asfalto. Era una calle de tierra con cordón y todo desapareció, incluso las cloacas. Los caños están caídos y lo que parece ser fibra óptica también quedó destruido“.
Además de los daños materiales, la situación representa un peligro constante para quienes transitan por la zona, especialmente de noche. “La luminaria no está encendida, y cuando la gente ingresa no ve los pozos ni el socavón gigante que hay más adelante. Hubo personas que quedaron atrapadas sin poder salir y vecinos que tuvieron que auxiliarlas. El otro día, un hombre de la esquina ayudó a una chica que no podía girar su auto por los nervios. Lo mismo pasó con un señor que venía del parque y quedó encajado en los pozos”, cuenta Sandra.
El acceso al barrio es otro desafío. “Para ingresar, venimos por Florida hasta Vera, pero a mitad de camino empieza el caos: pozos por todos lados y sin señalización. Los que vivimos acá ya conocemos la situación, pero los que no, quedan atrapados“, explica. Según los vecinos, la única solución momentánea ha sido utilizar las veredas anchas para poder transitar. “Los vecinos bajaron a la mitad de las veredas para poder pasar, pero si llueve, salir será imposible”, advierte.
A esta problemática se suma otro punto crítico: el pozo de ABA en la esquina, que, aunque señalizado, impide el tránsito fluido de vehículos. “Está colapsado, y como la calle es angosta, no pueden subir y bajar dos autos a la vez. Se hace todo muy complicado“.
