La mañana del viernes en Bahía Blanca amaneció con lluvias intensas, pero lo que parecía una tormenta más se convirtió en una pesadilla para los vecinos de la calle Fournier al 2900. Un torrente de agua transformó lo que era una calle común en un río, arrasando con todo a su paso.
El agua llegó con tal fuerza que en cuestión de horas, una explosión de barro y escombros provocó el colapso de parte del terreno. “Esto se empezó a desmoronar”, añadió un vecino. La vecina, que maneja un merendero en la zona, no escondió su preocupación por la seguridad de los chicos que asisten a la institución: “Ahora tengo miedo que se caigan en el pozo. Increíble lo que pasó“, aseguró.
La situación también golpeó duramente a la comunidad. “Tengo 54 familias que atiendo y le doy de comer a 32 niños que vienen los sábados”, explicó. El panorama no fue fácil para los más pequeños, que no se acercaron en los últimos días debido al miedo y los daños que dejó la inundación. “No pudieron venir, primero por el pozo y después por el barro que cubre todo”, relató.
Además de la pérdida material, los vecinos tuvieron que lidiar con el temor en la noche, cuando la lluvia arreció con fuerza. “Fue un ruido terrible, mi esposo me dijo que el agua había subido, salí a mirar y ya estaba todo caído”, recordó otra mujer, quien relató que el agua avanzó de tal forma que inundó el comedor comunitario. “Ahora está lleno de barro y con un olor terrible. No podemos usarlo, estamos tratando de limpiarlo”, dijo, resignada pero esperanzada.
La ayuda de los vecinos y las donaciones no tardaron en llegar, aunque la situación sigue siendo crítica. “Lo único que tengo son ropas donadas, pero la necesidad es enorme. Ayer repartí lo que pude, pero aún hay muchas familias sin colchones ni víveres”, comentó con pesar. A pesar de las dificultades, el trabajo solidario sigue siendo la esperanza de todos. “Es increíble ver cómo la comunidad se junta, pero necesitamos más. Elementos de limpieza y productos de higiene personal son urgentes”, afirmó.
Los damnificados provienen principalmente de barrios cercanos como Miramar, 9 de Noviembre, Millamapu y Villa Hipódromo. “Estamos asistiendo a familias de diferentes zonas. A veces no tengo lo que necesito para ayudar, pero hago lo que puedo”, dijo la vecina, quien organiza las donaciones y reparte lo que llega, aunque no es suficiente.
La ayuda es crucial en estos momentos. Mientras esperan que el municipio envíe colchones y productos esenciales, la comunidad se mantiene firme en la tarea de recuperar lo perdido, pero también en seguir brindando apoyo a quienes más lo necesitan. “Ojalá pudiera darles más, pero lo que tenemos lo repartimos con el corazón“, concluyó.
