La inundación que azotó a la ciudad, dejó a Ingeniero White en una situación desesperante. El agua avanzó sin aviso, arrasando hogares, negocios y pertenencias. “El viernes hasta el mediodía no teníamos agua, pero a las 3:30 de la tarde cuando volvimos al negocio ya estaba todo inundado. En una hora el agua llegó hasta más arriba de la rodilla”, relató un vecino, aún conmovido por la rapidez con la que ocurrió todo.
El caos fue inmediato. Algunos lograron rescatar lo que pudieron, mientras que otros se enfocaron en ayudar a quienes más lo necesitaban. “Sacamos a los abuelos de mis hijas, unos chicos los trajeron a upa. Nos refugiamos todos en una habitación, con los animales, sin saber qué hacer más que rezar”, contó otra residente de la zona.
La incertidumbre crecía a cada minuto. “A las 11 de la mañana estaba todo seco, pero de repente el agua empezó a subir y no bajó más. Llegó hasta la cintura y no quedó nada“, expresó otro de los damnificados. Las pérdidas materiales fueron totales para muchas familias. “Perdí muebles, la cama, todo lo de madera. Por suerte, el colchón no llegó a mojarse, pero el daño es enorme“.
A pesar de la tragedia, el espíritu de solidaridad no tardó en aparecer. “Los vecinos me ayudaron muchísimo. Necesitaba hombres con fuerza para levantar bolsas de cemento y placas, y ellos estuvieron ahí“, relató una mujer. Sin embargo, la falta de planificación y la infraestructura deficiente también fueron señaladas como agravantes de la situación. “Antes, el agua llegaba hasta la vía y desbordaba, pero ahora, con las empresas un metro más arriba, todo queda estancado“.
Con 77 años viviendo en Ingeniero White, un vecino aseguró que jamás había visto algo así. “En los años 80 tuvimos una inundación, pero no como esta. La ayuda es mucha, pero lo importante es saber cómo seguimos”. La angustia por el futuro es evidente. “Los impuestos siguen llegando, el banco cobra igual, y uno no sabe qué hacer”.
Ahora, la prioridad es reconstruir. “El domingo cuando volví, el agua ya había bajado, pero todo estaba lleno de barro. Salimos como pudimos, buscando calles menos inundadas para llegar a un lugar seguro”, relató otro vecino.

EL TRABAJO DE LOS BOMBEROS
Entre los afectados se encuentran los propios bomberos voluntarios, quienes no solo asistieron a la comunidad desde el primer momento, sino que también sufrieron el impacto en sus propios hogares.
“Lamentablemente, esta desgracia nos tocó a todos. También perdimos nuestras cosas, pero no dejamos de ayudar en lo que más podemos”, expresó Daniel Farinaccio, uno de los bomberos que trabaja en la zona afectada. Desde el inicio de la emergencia, el cuerpo de bomberos ha estado operando sin descanso, redoblando esfuerzos a pesar de las adversidades.
Las áreas más comprometidas aún presentan dificultades. “Estamos trabajando en la zona donde estaba el viejo cuartel scout y en algunos puntos de Boulevard y Saladero, donde todavía queda algo de agua”, detalló Farinaccio. La situación sigue siendo compleja y la asistencia continúa a medida que bajan las aguas.
El compromiso de los bomberos trasciende la labor voluntaria. “Ese día salimos todos a ayudar, pero nuestras casas también estaban inundadas. Perdimos todo, como el resto de la comunidad“, relató. A pesar de ello, han logrado organizarse para dividir su tiempo entre el socorro a los vecinos y la recuperación de sus propios hogares.
El desgaste físico y emocional es evidente. “Estamos muy cansados, no solo físicamente, sino también psicológicamente. Pero esto nos da fuerzas para seguir ayudando a la gente“, afirmó. El cuartel de bomberos de White, con más de 110 años de historia, se ha convertido en un símbolo de resistencia y solidaridad. “Vamos a seguir trabajando hasta que todo vuelva a la normalidad“, concluyó Farinaccio.

EL TRABAJO DE LOS SOCORRISTAS TRAS LA INUNDACIÓN
Desde un centro de operaciones montado en la zona, socorristas, bomberos voluntarios y diversas ONG trabajan en conjunto para brindar ayuda a las familias afectadas.
“Estamos acá asistiendo con diferentes ONG. La convocatoria nos llegó a través de la gobernación de la provincia de Buenos Aires, que nos desplegó en la zona para colaborar“, explicó un socorrista en el lugar. La labor incluye la preparación de viandas, operativos de evacuación y atención sanitaria, con la participación de médicos, enfermeros, asistentes humanitarios y psicólogos. Además, se han instalado centrales de comunicación y meteorología para monitorear la situación en tiempo real.
El esfuerzo es titánico: “Estamos preparando alrededor de 700 raciones de comida por turno, que luego llevamos casa por casa, puerta a puerta”. La necesidad de alimento caliente es clave, especialmente para quienes aún tienen agua dentro de sus hogares.
Más allá del trabajo de los equipos organizados, el papel de la comunidad ha sido fundamental. “Nos llevamos historias increíbles. A la mañana le llevamos harina y aceite a una vecina y a la tarde ella nos dio tortas fritas. Es emocionante ver cómo la gente se ayuda mutuamente“, relató el socorrista. También destacó el compromiso de los vecinos, quienes colaboran con lo que pueden: atando cuerdas, prestando herramientas y asistiendo en los rescates.
El impacto de la solidaridad se refleja en cada gesto. Voluntarios de distintos grupos, desde jóvenes hasta docentes, se han sumado a la tarea de clasificación y distribución de donaciones. Sin embargo, advierten que la ayuda no debe ser efímera: “Lo que no debe pasar es que haya un shock de donaciones ahora y después se reduzca a cero. Mucho de lo que se está donando es perecedero y perderá su vida útil si no se administra bien. Necesitamos que la ayuda se sostenga en el tiempo y que sea medida e inteligente”.
