Quedó inaugurado el mural “Índice de abuelidad”, realizado por el CONICET Bahía Blanca con el apoyo de la Universidad Nacional del Sur.
Está en el Centro Cultural de la UNS, ubicado en Rondeau 29*. Fue una iniciativa del CONICET en reconocimiento a la genetista estadounidense Mary-Claire King quien, a solicitud de las Abuelas de Plaza de Mayo, y en colaboración con científicos y científicas argentinas, desarrolló el “índice de abuelidad”, una fórmula estadística que permite probar con un 99.99% de certeza el parentesco de abuela/os y nieta/os a partir de material genético.
Cecilia Echegoyen, investigadora del Conicet, reveló los detalles de una conmovedora historia que se remonta a los años 70, en plena dictadura militar en Argentina. En ese momento oscuro de la historia del país, las Abuelas de Plaza de Mayo iniciaron una incansable búsqueda de sus hijos y nietos desaparecidos.
En medio de la desesperación, surgió una pregunta que marcaría el inicio de una odisea científica: ¿Podría la sangre de las abuelas ayudar a identificar a sus nietos desaparecidos? Sin embargo, en una época donde la tecnología genética estaba en sus primeros pasos y aún no se había secuenciado por completo el genoma humano, la tarea parecía imposible.
Fue entonces cuando, a través de una nota periodística, las Abuelas encontraron una luz de esperanza. La historia les dio la clave para resolver el problema de filiación utilizando la sangre. Con determinación, buscaron la ayuda de científicos en todo el mundo, hasta que encontraron a un genetista argentino exiliado en Nueva York.
Convocó a un equipo de investigadores, entre ellos la destacada Mary Clare King, quien desarrolló un método revolucionario basado en proteínas celulares para establecer la identidad de los niños desaparecidos con un asombroso 99.9% de certeza.
Así, en 1984, se logró la primera restitución. Este hito no solo marcó un momento crucial en la lucha de las Abuelas de Plaza de Mayo, sino que también sentó las bases para la identificación de víctimas de crímenes de lesa humanidad en todo el mundo, desde Bosnia hasta El Salvador.
Sin embargo, el camino hacia la justicia y la verdad no fue fácil. Las Abuelas comprendieron que el proceso sería largo y decidieron dejar un legado para las generaciones futuras: sus secuencias de ADN. Este gesto altruista allanó el camino para la creación del Banco Nacional de Datos Genéticos en 1987, que hoy lleva el nombre de Mary Clare King y alberga las secuencias de todas las personas afectadas por estos crímenes.
Este año, en el marco de los 40 años de democracia en Argentina, el laboratorio del Banco Nacional de Datos Genéticos se erige como un símbolo de la lucha por la verdad y la justicia. Una historia de perseverancia y solidaridad que continúa inspirando al mundo.