Una confitería céntrica, ubicada en O’Higgins y Saavedra tiene clientes hipoacúsicos.
Ante la dificultad en la comunicación que notaron los dueños del comercio, decidieron junto a las empleadas realizar el curso de lengua de señas.
Cada semana las chicas van con la profesora para adquirir nuevos términos y practicar.
Es la primera confitería que empezó a implementar esta medida.
Según contó Juan Quiroga, los empleados están ansiosos por aprender y practicar regularmente entre ellos, lo que da como resultado un excelente servicio a los clientes que se comunican mediante el lenguaje de señas.