Transcurrieron catorce meses desde que la Organización Mundial de la Salud declaró el estado de pandemia por COVID-19. Poco menos desde que en Argentina se establecieron el aislamiento social preventivo y obligatorio (ASPO) primero, y el Distanciamiento Social Preventivo y Obligatorio (DISPO), luego. Ambas medidas fueron para contener la transmisión de una enfermedad que ya lleva 70 mil muertos y 3,3 millones de infectados en este país. Para conocer qué impacto tuvieron ambas decisiones en otros aspectos sanitarios como atención de patologías, acceso a bienes y servicios de salud y hábitos de vida, un grupo de investigación del Departamento de Economía y el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales del Sur (UNS-CONICET) realizó una encuesta en línea durante el mes de octubre de 2020.
“La hipótesis inicial era que el ASPO y el DISPO generaban impactos desfavorables en la atención de otras enfermedades diferentes a la COVID-19, al demorar controles médicos, aplazar tratamientos u obstaculizar el acceso a medicación necesaria. Por su parte, en relación a hábitos, si bien ambas medidas incentivaron la elaboración de comidas en el hogar, más saludables, su prolongación en el tiempo podría haber favorecido el sedentarismo, y el incremento de consumo de sustancias psicotrópicas (incluyendo el alcohol) para calmar la ansiedad del aislamiento. Con todo, la magnitud de estos efectos era, al menos, hasta octubre de 2020, desconocida”, explican las doctoras Valentina Viego, María Florencia Arnaudo y Karina Temporelli, y el doctor Fernando Lago, autores de la Encuesta Atención de la Salud y Hábitos Durante el Periodo de Restricciones para Contener la Transmisión de Covid-19 (ESALHABCOVID19)
En el lapso de 3 semanas se recolectaron respuestas válidas de 1833 participantes distribuidos en más de 100 localidades y 16 jurisdicciones del país. “Al tratarse de un cuestionario auto-reportado y distribuido masivamente por redes sociales, la muestra obtenida no necesariamente es representativa del universo poblacional. En especial, los sectores de menores recursos no se encuentran suficientemente representados. No obstante, los resultados obtenidos permiten aproximarse a las dificultades adicionales de atención de la salud y las variaciones en los hábitos de consumo de alimentos, bebidas, sustancias o realización de actividad física”, aclararon Viego, Temporelli, Arnaudo y Lago.
Respondieron 78% mujeres y 22% varones, y una mayor concentración de respuestas de individuos en la franja etaria central (30-55 años). “Más allá del desbalance esperado en adultos mayores, por su menor familiaridad con redes sociales y aplicaciones, se registra una representación satisfactoria del grupo de 66-75”, explicaron.
De la encuesta se desprende que el estado de salud se mantuvo sin cambios para un 72%, mientras que un 22% manifestó que empeoró en relación a la situación pre-pandemia. “El estrés causado por el encierro es uno de los factores que podrían explicar esta situación”, analizan. “Los controles médicos se vieron seriamente afectados en pacientes con patologías previas que requieren seguimiento. Un 44% de los pacientes con patologías crónicas no se hicieron ningún control desde el inicio de las restricciones, mientras que 28% solo realizó controles parciales. El miedo al contagio fue el factor más citado como explicación a la falta de controles, seguido por la falta de atención del médico tratante”, explicaron los autores.
Paralelamente, los problemas para la realización de controles también alcanzaron a las mujeres que cursaron embarazo durante el ASPO: 24% pudo controlarse, pero con demoras, mientras que 21% de los casos no recibió atención médica. En relación al COVID-19, 11% de los encuestados manifestó haber experimentado síntomas, en su gran mayoría en los meses pico de la primera ola (octubre y diciembre). Como dato preocupante, 33% de quienes experimentaron síntomas no consultaron con un médico o dieron aviso al sistema de salud para ser diagnosticados.
Resultados y consideraciones finales
“Como aspectos positivos, no se detectaron problemas significativos en el acceso a recetas médicas y a medicamentos. Asimismo, aquellos encuestados que necesitaron realizarse estudios de diagnóstico, no tuvieron inconvenientes mayores para poder llevarlos a cabo. Además, son preocupantes los números respecto al aumento de peso ya que en Argentina el exceso de peso constituye un serio problema de salud pública, y si bien se mantuvo estable el consumo de alcohol, aumentó el de tabaco”, destacaron.
“Solo un pequeño grupo de los encuestados sufrió un deterioro en su estado de salud autopercibido. Sin embargo, es preocupante el hecho de que este empeoramiento afectó en mayor proporción a la población sin cobertura de salud (lo cual denota un menor nivel socioeconómico) debido en parte a las mayores restricciones para acceder a los prestadores públicos de servicios de salud y presumiblemente a las mayores dificultades que enfrentaron para poder obtener ingresos laborales”, reconocieron tras el estudio
Por otro lado, se concluye que las políticas sanitarias afectaron la realización de controles de enfermedades preexistentes, con las potenciales consecuencias negativas que pueden ocasionar la falta de seguimiento de las enfermedades crónicas. “Estos problemas también alcanzaron a las mujeres que cursaron un embarazo durante el periodo de restricciones e incluso a los encuestados que estaban realizando tratamientos de fertilidad”, indicaron los investigadores.