Miguel Rosio mira para abajo, contiene las lágrimas y le tiembla la voz. Tiene la misma sensación de angustia desde ese lunes a la tarde, cuando vio caer el avión en el que viajaban Matías Ronzano, Emanuel Vega y Matías Aristi. Lo único que cambió es que ahora tiene la certeza de que lo que denunció pasó de verdad. Y siente pena por no haber podido hacer más.
El día que desapareció la aeronave que partió desde el aeropuerto de San Fernando, el hombre estaba en el galpón ubicado en Escobar donde trabaja. Cuando miró hacia el horizonte, vio que una avioneta que venía en sentido recto se cayó. “No sentí el ruido, lo vi. Fue un golpe repentino, con una inclinación muy pronunciada”, contó a Telenoche.
El único testigo de la tragedia recordó que, tras el accidente, observó la escena durante unos minutos para ver si pasaba algo más. Sin embargo, perdió de vista al avión porque los árboles lo taparon. “No escuché ni vi nada más”, explicó.
Horas después, se enteró por los medios que las autoridades y la familia del hijo del dueño, el piloto y el copiloto buscaban a un avión desaparecido con desesperación. Ató cabos y rememoró lo que había pasado.
Según relató, inmediatamente se presentó a hacer la denuncia en la Prefectura de Escobar. Sin embargo, solo le tomaron el nombre y un teléfono y un prefecto se acercó al lugar donde está el galpón para rastrillar. “Le expliqué lo que vi y él siguió el recorrido que le hice”, detalló. Inquieto, Miguel le comentó lo que había pasado a un amigo.
Pasaron los días y Rosio siguió con la misma sensación de angustia en la garganta. Estaba nervioso, sentía que su dato tenía que ser más valioso que la importancia que le habían dado. Como le llamó la atención que nadie más había ido a buscar pistas, llamó al 911. Al día siguiente, la Policía de Seguridad Aeroportuaria lo contactó y él los acompañó a recorrer la zona en barco para tratar de encontrar algo. En esa oportunidad, un escribiente dejó registradas todas las operaciones y los efectivos estuvieron siempre en comunicación con sus jefes. Sin embargo, la búsqueda no dio resultado.
Para Miguel, el sábado no fue un día más. Cuando escuchó la noticia de que los investigadores habían encontrado el avión se sintió peor y también se tranquilizó. “Me di cuenta de que lo que yo estaba denunciando era certero. En un momento hasta me entró la inseguridad de si había visto lo que vi o no. El hallazgo me confirmó que sí, que había dado un dato justo”, se sinceró.
En este punto del relato, el hombre casi ya no puede hablar. Da un paso para atrás, vuelve a mirar para abajo, cierra y abre los ojos. “Me da bronca no haber podido hacer más. Desde que se cayó el avión estoy en esta condición de angustia, de pena”, repite.
El lunes 24 de julio el turbo hélice bimotor en el que iban Facundo Vega (copiloto), Matías Ronzano (piloto) y Matías Aristi (hijo del dueño del vehículo, de una familia muy conocida en Bragado) partió del aeropuerto de San Fernando. El avión recorrió 17 kilómetros en cinco minutos y no apareció nunca más.
Esa tarde, los operadores le reportaron al piloto sobre un problema en el radar y le pidieron que vuelva para hacer un control, pero la transmisión se cortó. La aeronave era de la empresa de servicios agropecuarios Aibal S.A. e iba a la localidad de Las Lomitas, en Formosa. El sábado la encontraron en un pantano que limita con el río Paraná Guazú, después de 26 días de que no se supiera nada de sus rastros.
Fuente: tn.com.ar